Faltaba más.
Porque es mi blog. Porque son mis letras. Porque es mi espacio y porque así me ahorro el psicólogo. Ya está.
Si buscara alguna justificación para toda la mala leche que hay entre tanta publicación estaría en las primeras dos líneas. Ahora que si hay alguien intolerante a la lactosa mejor que aquí lo deje. Que deje de leer en este momento porque los únicos que van a terminar pagando su malestar serán los de su círculo más cercano.
Supongo que estoy harto de tanto sí se puede, el amor en pantone rosa, o los tiempos de dios son perfectos, -que si hubiera una marca de relojes con este nombre, tendrían un mercado muy amplio con el cuál ensanchar sus bolsillos, podrían anunciarse en las contraportadas de los libros de Paulo Coelho-. De nada.
Tampoco es que todo se trate de odio, en serio que no, pero si nunca has odiado ¿cómo puedes decir que sabes lo que es amar? Los dos son sentimientos tan naturales como defecar, -por no escribir cagar y que se vea mal- y como todo lo natural hay que dejarlo salir, pero salir bien, que adentro hace daño. Y es que entre tanto me gusta, empiezo a confiar más en la gente que sabe lo que no le gusta, lo que odia, cuánto y por qué lo odia y encima tiene el valor de decirlo, a la cara por supuesto.
Me gusta la gente que no pretende agradarle a todo el mundo, que cuando algo le hace gracia, ríe y cuando no, se le nota. Que tiene claro que no se puede ir por el mundo haciéndose amigo de todo el que se pasa en frente de él. Que de vez en cuando incluso es bueno ir causando uno que otro odio. En mi caso por ejemplo, me halaga que haya quienes lo hagan conmigo, incluso me decepcionaría saber que no lo hacen.
Porque creo que te define mucho más lo que no te gusta. Lo que decides evitar a toda costa, lo que a pesar de las circunstancias prefieres rechazar.
Supongo que será por la dificultad que hemos encontrado a pronunciar ese monosílabo que encierra tanta libertad, ese no, tan difícil de pronunciar para algunos. Esa espada contra la susceptibilidad que abre heridas tan profunda que llega a lastimar hasta el ego más pequeño, que aunque no te lo creas, lo hay.
Porque se me hace mucho más real, una mueca de molestia que una sonrisa fingida.
Porque me gusta más un no estoy de acuerdo, que un cuanta razón tienes de dientes para afuera.
Porque prefiero un odio honesto, que un amor hipócrita.
Que a final de cuentas, si alguien encuentra tanta negatividad en esto que lee igual debería de hacerse una revisión de ojos, de mente y de lo que traiga adentro que uno no ve lo que se le pone en frente, si no lo que quiere ver.