Tenemos que hablar.

No eres tú, es el clima.

 

Pasa de largo como a veces suelo hacerlo yo con la gente, con la diferencia de que éste pasa y te mueve, te empuja o te despeina. Estos días ha sido tan fuerte que a unos cuantos nos ha despeinado hasta el alma, con una caída espectacular, de esas que nunca te esperas o con la imagen que no puede salir de tu cabeza de tal accidente. De esas imágenes que te hacen dejar de ver el celular y voltear a ver al de enfrente, a ver si con suerte te encuentras en el reflejo de sus ojos. De esas imágenes que no te sacas nunca y que te hacen tragar saliva. Como cuando vas manejando, ves un accidente y decides quitar el pie del acelerador.

El viento de estos días ha venido a recordarnos lo frágiles que somos y lo grandes que nos creemos. Lo “listillos” que pretendemos ser y lo intrusivos que terminamos siendo.

Menos mal que ha venido algo a recordárnoslo. Que aunque parezca que con tanto aire cerramos los ojos, en una de esas los terminamos abriendo.

A ver si nos vamos enterando que por más que este sea el lugar que habitamos, sigue sin pertenecernos.

Y es que con este clima, hacer un pronóstico es arriesgado. Hoy ni el tarot, ni las minifaldas del clima podrán acertar con seguridad lo que se avecina y menos mal que igual así recuperamos un poco de la capacidad de asombro que poco a poco perdemos.

Pero no sólo nos hace pretender arreglar un peinado, detener una corbata o la falda, porque como si fuera poco el reclamar su espacio –un espacio que no es el publicitario- además viene y nos desconecta la luz, el internet y hasta el gas. Creo que todavía queda un poco de amor a la ironía y fe en el ser humano.

Viene a desconectarnos de todo para ver si nos terminamos conectando.

 

Al parecer a veces nos hace bien estar mal.

 

Sin luz, no hay semáforos, ni tele ni aparatos de música con batería para hacer a un lado tanto silencio. No hay internet y esperemos que la red también se caiga como resultó hacerlo por lo menos por un tiempo. Apocalipsis. La tragedia está a la vuelta de la esquina donde otra vez, se cayó otro espectacular, tres árboles y una reja que dividía a la gente de las personas.

Peligro.

Ahora qué hacemos.

Tendremos que civilizarnos un poco, ceder el paso donde no hay nada que nos diga que tenemos que hacerlo.

Tendremos que dejar de ver el celular y mover la pantalla con los dedos. Adiós audífonos y tu manera de escaparte del mundo. No más televisión que se interponga entre nosotros.

Si bien te va espero que tengas una linterna en casa, con suficientes baterías. Si no, tendremos que recurrir a las velas, igual y uno que otro niño se va enterando que con eso alumbraban hace tiempo y entonces, utilizar los dedos para jugar con luz y sombra, una app que no está a la venta en la iStore.

Y entre tanta oscuridad igual y empezamos a desconocernos para así, descubrirnos de nuevo.

Tendremos que pasar tiempo con nosotros, en singular o en plural pero estoy casi seguro que es algo que hace mucho no hacemos.

No podremos escribirnos por whats, aunque nos tengamos a unos cuantos metros.

 

Tenemos que hablar, más y mejor. En 3D.

Tenemos que hablar.

Y es que no eres tú, ni soy yo, esta vez fue el viento.